Gilda Luongo
Miércoles, Diciembre 11, 2013 - 10:00
Desde mi perspectiva feminista, la violencia hacia las mujeres ha ocurrido siempre en un registro socio-cultural-económico muy amplio en nuestros contextos latinoamericanos. No sólo es violencia el hecho de que seamos abusadas sexualmente o experimentemos violencia física/psicológica en el ámbito privado/público (de esto es lo que más se habla en los medios de comunicación en el tono de crímenes pasionales). Tiene que ver directamente con la construcción de este sistema androcéntrico, heterosexual, patriarcal /capitalista hegemónico depredador. Este sistema, así construido, constituye una exacta violencia hacia lo femenino diverso (indígenas, proletarias, negras, campesinas, profesionales, obreras, trabajadoras de lo doméstico, trabajadoras sexuales, jóvenes, niñas, ancianas, lesbianas, bisexuales, transexuales, raras). Las mujeres en el transcurso de la historia de nuestro continente hemos ocupado un sitio menoscabado en lo social, sometidas al yugo de los patriarcas, hombres blancos, -propietarios-, que nos han arrojado al lugar de mercancía o de objetos de intercambio entre los iguales varones. Han sido los hombres poderosos, léase gobernadores, patrones, terratenientes, oligarcas, burgueses, prebendados, generales, oidores (y los subyugados que establecen pactos entre varones olvidando las asimetrías de clase o de etnia) quienes han sustentado este territorio binario de lo femenino/masculino asimétrico. Luego, hay una responsabilidad que nos cruza a todos y a todas respecto del derrumbe y la transformación de esa construcción hegemónica de lo masculino dominador. Nunca será suficiente enunciar este absurdo perverso que tiene su correspondencia silenciosa y fuerte con nuestros registros intra-psíquicos. Viene a mi memoria el poema Redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz escrito en el siglo XVII: “Hombres necios que acusáis/a la mujer sin razón/sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis”. Esta es nuestra historia
continental. La violencia se hace pasado en la explotación de las mujeres: conquista, colonialismo, sometimiento, esclavitud, mestizaje, blanqueamiento de nuestras manchas en la piel. Por ello es memoria y es presente en tanto las cuestiones de la injusticia social-cultural tardan muchísimo en su transformación y cobran tintes camaleónicos según los tonos hegemónicos vigentes. Sabemos, aimismo, que cuando creemos avanzar en nuestras luchas feministas, se encuentra pulsando, soterrada, la posibilidad de involución que no siempre podemos contener (la cuestión del aborto en Chile, por ejemplo). Nunca será suficiente la lucha feminista para denunciar y cambiar este modo de relación social heterosexual/patriarcal/capitalista que cruza la diferencia sexual. Hoy se vende un imaginario exitista respecto de que las mujeres lo hemos logrado “TODO” (¡¡¡una presidenta en el pasado reciente y hoy, dos candidatas a la presidencia!!!). Sin embargo, la gran mayoría somos empleadas en trabajos precarios, mal remunerados/ menos remunerados que los hombres en igualdad de desempeño; pesa aun en nuestros hombros la carga de lo doméstico, por lo tanto la doble jornada es una realidad cotidiana; llegamos a viejas con una jubilación de lástima; somos las responsables de cuidar a los enfermos y atender a l@s viej@s y desvalid@s. Encargadas aún de la producción afectivo-sexual (¡dicen que es por naturaleza!), la maternidad pareciera ser un estigma carcelario dado que es ilegal que nos concibamos sujetos deseantes de la maternidad y, en consecuencia, afirmemos que podemos optar libremente por vivir o no dicha experiencia. En síntesis, cualquier atentado contra nuestras libertades para constituirnos sujetos autónomos y libres, incardinados por la diferencia sexual constituye, desde mi mirada crítica feminista, una VIOLENCIA en contra de las mujeres. Afirmo rotunda que este sistema sexo-género heterosexual capitalista y patriarcal actual saca rédito de ella. En consecuencia, todos los días son, desde mi mirada crítica feminista, laboriosidad estratégica y resistencia en contra de dicha violencia.
continental. La violencia se hace pasado en la explotación de las mujeres: conquista, colonialismo, sometimiento, esclavitud, mestizaje, blanqueamiento de nuestras manchas en la piel. Por ello es memoria y es presente en tanto las cuestiones de la injusticia social-cultural tardan muchísimo en su transformación y cobran tintes camaleónicos según los tonos hegemónicos vigentes. Sabemos, aimismo, que cuando creemos avanzar en nuestras luchas feministas, se encuentra pulsando, soterrada, la posibilidad de involución que no siempre podemos contener (la cuestión del aborto en Chile, por ejemplo). Nunca será suficiente la lucha feminista para denunciar y cambiar este modo de relación social heterosexual/patriarcal/capitalista que cruza la diferencia sexual. Hoy se vende un imaginario exitista respecto de que las mujeres lo hemos logrado “TODO” (¡¡¡una presidenta en el pasado reciente y hoy, dos candidatas a la presidencia!!!). Sin embargo, la gran mayoría somos empleadas en trabajos precarios, mal remunerados/ menos remunerados que los hombres en igualdad de desempeño; pesa aun en nuestros hombros la carga de lo doméstico, por lo tanto la doble jornada es una realidad cotidiana; llegamos a viejas con una jubilación de lástima; somos las responsables de cuidar a los enfermos y atender a l@s viej@s y desvalid@s. Encargadas aún de la producción afectivo-sexual (¡dicen que es por naturaleza!), la maternidad pareciera ser un estigma carcelario dado que es ilegal que nos concibamos sujetos deseantes de la maternidad y, en consecuencia, afirmemos que podemos optar libremente por vivir o no dicha experiencia. En síntesis, cualquier atentado contra nuestras libertades para constituirnos sujetos autónomos y libres, incardinados por la diferencia sexual constituye, desde mi mirada crítica feminista, una VIOLENCIA en contra de las mujeres. Afirmo rotunda que este sistema sexo-género heterosexual capitalista y patriarcal actual saca rédito de ella. En consecuencia, todos los días son, desde mi mirada crítica feminista, laboriosidad estratégica y resistencia en contra de dicha violencia.
San Miguel
19-20 de noviembre, 2013