viernes, 12 de octubre de 2007

Explotación de la mujer

Explotadas en casa propia y ajena
Por Mirta R. Calderón, desde República Dominicana. | 17.3.2006

Las dominicanas emigran buscando dinero para mejorar su calidad de vida. En Argentina lo supimos en los '90, cuando se empezó a hablar de trata y tráfico de estas mujeres, en la mayoría de los casos con destino a las redes de prostitución. Siguen llegando, pero sobre todo van a Europa y Estados Unidos, donde logran hacer diferencias de dinero -como mucamas, prostitutas, o lo que demande el mercado- que les permiten mejorar la calidad de vida de sus familias... siempre y cuando los maridos no malgasten las remesas.

La migración que los países de América Latina y el Caribe ofrecían a las naciones de mayor desarrollo, en Europa y otras regiones, no menos de 12.000 millones de dólares en remesas en el año 2000, según revelaciones hechas por Donna Hughes, de la Universidad de Rhode Island, en el Foro Mundial de Mujeres contra la Violencia, celebrado en Valencia, España.

Aunque la cifra podría haber envejecido, investigaciones más recientes indican que, a medida que aumenta la pobreza de nuestros pueblos y cobra más víctimas, en particular entre las mujeres, crece la cantidad de las que optan por correr los riesgos de dejar su país para buscar alivio a sus carencias.

El fenómeno migratorio es, a estas alturas, una gigantesca paleta de pintor donde los colores se superponen. De un lado, están las domésticas de Barcelona o de Madrid; en otro espacio, las prostituidas en Holanda, Bélgica o Suecia; y en una "mancha" más, las que en Nueva York o Miami sobreviven haciendo cualquier cosa.

El modelo del éxito

Ese panorama, con ser cierto, no es el todo de la problemática migratoria. Magali Pineda, una socióloga dominicana de cuyo nombre no puede prescindir el análisis sobre cualquier aspecto de la realidad femenina en el continente, ha reprobado con énfasis la tendencia a considerar que las mujeres "que se van" son analfabetas, que lo hacen engañadas y que, indefectiblemente, su intención es irse a practicar sexo.

"No es verdad. Ni son analfabetas, ni son las más pobres: son mujeres con voluntad de mejorar su situación", dice al Servicio Especial de la Mujer.

"Mientras más oportunidades de trabajo lícito tengan ellas a su alcance, también con más frecuencia se insertarán en actividades remuneradas y legales, y podrán cortar las amarras con las cadenas de traficantes, aunque no ignoro, claro está, que lo que representa en dólares el comercio sexual supera en números a lo que en su tiempo significó el comercio de esclavos", comentó la especialista.

Un poco más rotunda en sus percepciones, la vicecanciller dominicana para Asuntos Migratorios y Consulares, Rosario Graciano, considera que el hecho de que los mejores empleos sean siempre para los hombres aleja las posibilidades femeninas de encontrar medios de subsistencia en su tierra.

Ella afirma que "sí, son las más pobres, y las más pobres del campo además, quienes luchan por proporcionar a sus hijos mejores condiciones de vida y un techo seguro. Por eso se van."

En efecto, para muchas de esas emigrantes el deseo de reunir dinero para construir viviendas a sus familias tiene una enorme fuerza en el imaginario individual. En República Dominicana hay pueblos enteros, como los de Vicente Noble o Tamayo, en el oeste sureste del país, donde las edificaciones tienen "el sello" de las emigrantes.

A Vicente Noble se le menciona, en particular, porque es fácil encontrar a grupos de hombres jugando dominó o conversando en las calles. "Es un pueblo sin mujeres: ellas trabajan fueran y ellos beben cerveza y charlan", suele decir la gente.

Cifras no hay, porque República Dominicana tiene estadísticas precarias. Pero la simple observación y el reflejo que de la realidad ofrecen los diarios dan cuenta de que en las "yolas", barcazas nada seguras que cada día salen cargadas de personas hacia Puerto Rico, viajan, como promedio, un 15 por ciento de mujeres, algunas con sus hijos pequeños.

Entre Cabo Engaño, en República Dominicana, y Cabo Higüero, en Puerto Rico, hay 112 kilómetros de riesgos.

Si las dificultades de las personas emigrantes son a veces traumáticas para quienes se atreven, lo cierto es que el grueso que lo hace prefiere afrontar los inconvenientes y los sinsabores. Salen frecuentemente con visas de turistas y una buena parte permanece indocumentada en el país de acogida.

No sólo los tratantes son explotadores

Mientras tanto, lo que ocurre con sus parientes más cercanos puede ser, a veces, una experiencia brutal. Niurka, una doméstica que hace 15 años marchó a Barcelona, contó a SEM una historia penosa.

Antes de los dos años de estar allá, había reunido lo suficiente para comprar una casa. Su marido, que permaneció en Santo Domingo, la visitó por sorpresa porque creía que estaba prostituida y quería sorprenderla. Pasados los disgustos, ambos regresaron al país y Niurka invirtió sus ahorros en la casa. El se quedó aquí y ella regresó a su empleo en Barcelona.

"Cuando volví: ni casa, ni dinero, ni nada. Él se lo había gastado todo", recuerda. Luego de los litigios, la mujer se separó. Había perdido el grueso de lo reunido a costa de sus sudores. "Y eso le pasa al 80 por ciento de las mujeres que hacen servicio doméstico. Ellas mandan y mandan y, como son sus maridos, pues se confían", asegura.

La historia de esta mujer, en particular, tomó otro rumbo: se casó con un catalán, pudo llevarse consigo a su hijo adolescente y ahora aspira a regresar a su país y poner un negocio junto con su marido, porque "aunque en Barcelona yo he aprendido mucho y conseguido muchas cosas materiales, lo cierto es que mi corazón pertenece a este lugar".

Se solicitan prostitutas, empleadas domésticas y…

El aspecto político de la migración ofrece un matiz sórdido, porque son los países receptores los que ponen las condiciones, en dependencia de sus propias necesidades. Si requieren domésticas, o agricultores o albañiles: ahí está este potencial de personas del Tercer Mundo que, casi siempre, se mueve con su fuerza de trabajo como único equipaje.

Refiriéndose a República Dominicana, la columnista Lilliam Oviedo ha escrito que "antes y después del acuerdo migratorio con España del 2001, los factores de expulsión que han creado, en los países pobres, la injusticia, el abandono, el sexismo, han permitido la selección, por parte de los países receptores, de la fuerza de trabajo que necesitan y, del lado de acá, no se puede poner condición alguna, sino aceptar las que vienen dadas".

El mayor número de emigrantes dominicanos viaja a España, Holanda y Suecia. A Estados Unidos van mayoritariamente los que ya tienen familiares y conocidos que les amparen, salvo quienes escapan a Puerto Rico con la esperanza de acogerse a las condiciones del Estado Libre Asociado, e intentar pasar inadvertidos allí, en Aruba o en Curazao, con la esperanza de un tránsito que confían les resultará ventajoso.

Esto no siempre es así. Una de las revelaciones que hizo a SEM la Vicecanciller Graciano es que bastantes mujeres son detenidas en esos países, aunque se les convence para que regresen voluntariamente, en lugar de mandarlas a prisión.

"En general, se les encausa por no disponer de documentación o violar normas para el ingreso al país", dijo la funcionaria. En Santo Domingo, la capital, existe una Casa de Acogida para mujeres que deciden regresar. Allí reciben atenciones psicológicas de otro tipo y se procura colocarlas en disposición de emplearse y emprender nuevos caminos.

Pero la realidad no es tan poética. El organismo encargado, anexo a la Secretaría de Estado de la Mujer, carece de presupuesto y de personal.

En el movimiento de mujeres y entre las personas entendidas, existe un viejo debate con respecto a si esas casas son lo más favorable o si lo aconsejable sería ayudarlas a reasentarse en sus propias comunidades. Pero una verdad que no suele vocearse es que, cuando ellas regresan fracasadas, con frecuencia no las quieren ni en sus propias familias.

Sin embargo, el ejemplo de dominicanas que consiguen implantarse en otros países, asimilarse al trabajo y a las características de esas naciones, a veces aprender el idioma e inclusive convertirse en empresarias o empleadas prósperas, motiva mucho más que los propios temores a las mujeres que necesitan emigrar.

Y tienen toda la razón.

Artemisa Noticias/ Servicio Especial de la Mujer

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